¿Por qué los medios no se hicieron eco del estudio que acaba de publicar una de las mejores revistas de educación del mundo, sobre el efecto del programa "una tableta/niño" del Gobierno de Catalunya?
Es fácil responder a esta pregunta en redes sociales la divulgadora Catherine L´Ecuyer. Si observamos el crecimiento de ese mercado que abarca desde la venta de servicios educativos hasta la salvación del mundo (pasando por eventos, cursos, congreshows, etc.), parece que la respuesta hay que buscarla en la bolsa más que en la vida.
Normalmente, los partidarios de algunas supuestas innovaciones educativas esgrimen que el descenso en cantidad y complejidad de contenidos mejora las competencias, como si el conocimiento no se crease o destruyese sino sólo se transformase. Sí, es difícil para el sentido común creer que conociendo menos conceptos teóricos se pueda mejorar en las operaciones prácticas, pero es lo que suelen alegar estos novatores cuando se cuestionan sus dogmas o postulados, que de todo hay ahí en batiburrillo.
Pues bien, en pruebas competenciales (exámenes prácticos estilo PISA, por simplificar), el descenso en los resultados de los alumnos de ese programa, que prometía las puertas del paraíso educativo por el mero hecho de introducir tablets y ordenadores en las aulas, es cuando menos preocupante: el descenso de puntuación en las evaluaciones de asignaturas troncales como matemáticas y lenguas española, catalana e inglesa ha oscilado entre un 3,8 y un 6,00 %. Los alumnos varones han bajado entre el 10% y el 42%.
Es para coger aire antes de seguir leyendo. Y escribiendo.
Es para coger aire antes de seguir leyendo. Y escribiendo.
Las ya no nuevas tecnologías de la información forman parte del paisaje social y laboral y, como todo cambio sociológico, traen con ellas problemas y promesas, soluciones y riesgos, pero ya no es una opción dejarlas de lado con olímpico desdén.
Por otra parte, a tenor de resultados como los del estudio que da pie a esta reflexión: ¿Habría que demonizar las tics? Nada indica que haya que hacerlo y ese gesto histérico, como cualquier mantra, serviría sólo para conjurar los miedos de los temerosos.
¿Puede decirse que su planteamiento pedagógico y su inserción en la práctica educativa estén siendo un éxito? Cada vez parece más patente que no. La mezcla de intereses mercantiles con el gusto por adoptar modas, la cada vez más evidente flaqueza teórica y de reflexión pedagógica fundamentada que se observa entre los apologistas permite pensar que será más prudente seguir cogiendo aire y reflexionando antes de leer. Y sobre todo antes de escribir ditirambos que, como cada vez indican más estudios, alejan de un progreso educativo real y efectivo.
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