Del siglo XXI al SIGLO XIX: una cuestión de estilo (literario, por supuesto)
A finales del siglo XIX, un grupo de dibujantes hizo una visita a nuestra época patrocinado por la empresa chocolatera alemana Hidebrands, que produjo una estilosa serie de postales y cajas con imágenes que respondían a una sugestiva pregunta: ¿Cómo será la vida en el año 2000?

... Pero podemos estar más o menos tranquilos: aquí tenemos a la policía aérea persiguiendo por esos cielos no se sabe si a ciberdelincuentes o a indocumentados en las fronteras de ese futuro que ya es otro pasado.Sea como fuere, lo cierto es que el siglo XIX se puso tan interesante que hoy, en El Hápax, les devolvemos la visita.

Desde este momento del curso vamos a estudiar la literatura de aquel siglo, sin cuyas ocurrencias, como trataremos de esbozar, es prácticamente imposible explicarnos el espíritu de los tiempos actuales. Románticos, realistas, naturalistas y algún ave rara pasarán por nuestra mirada dando forma a los principales géneros y estilos literarios en los que se plasmará la imaginación humana durante el lapso que lleva de nuestros tatarabuelos a nosotros mismos. Parece un largo viaje, pero apenas nos remontamos entre cuatro y siete generaciones.
El gusto arqueológico, unido a la fascinación por el misterio y a las necesidades del recién inventado sentimiento nacionalista, propiciaron el cultivo de formas literarias como la leyenda, el mito nacional, el cuento popular, la novela histórica, el relato gótico o el costumbrismo. Y es que los románticos fueron sobre todo inventores de sentimientos: con retazos de lecturas medievales, besos de callejón oscuro y auras de efusivo misterio inventaron una a veces monstruosa idea frankenstein del amor que aún prevalece o decidieron que el genio, por una especie de inspiración como la de aquella escuela retrofuturista, era un alma bella nacida para crear al haber sido tocada por los dioses en medio de un mundo vulgar y asqueroso.
Hacia la segunda mitad del siglo, el afán de comprensión científica y rigor intelectual, favorecieron la aparición de paradigmas narrativos como la novela de tesis política y crítica social o el relato psicológico, policíaco y de anticipación. En efecto, inspirados más por la ciencia y el racionalismo que por los misterios del arte, los realistas empezaron a sospechar si lo del amor no iba a ser cuestión de hormonas, lo del arte asunto de esforzada inteligencia y lo de la sociedad humana un mundo asqueroso y vulgar (en algo tenían que coincidir, y era la disconformidad) que merecía ser mejorado.
El desarrollo de todos estos géneros corrió en paralelo a la industrialización del periodismo. Gran parte de los clásicos de aquel momento se publicaron por entregas en los periódicos: así nacieron el folletín sentimental y la novela de aventuras, que compartían espacio con las noticias, el artículo ensayístico o la viñeta satírica. Como podemos deducir por las imágenes que encabezan esta entrada, también la ficción científica y la fantasía futurista tuvieron su origen y desarrollo en la imaginación de ese siglo tan aficionado a los viajes en el tiempo.

A principios del siglo XXI, inmersos hoy en los tiempos de la llamada globalización, (proceso histórico que también vivió el siglo XIX, bajo una forma que la historiografía suele denominar colonialismo), causó cierto estupor mundial que un outsider, descendiente de migrantes alemanes como pudieron ser los trabajadores de Hidebrand tras un despido colectivo, se convirtiese en presidente de la primera potencia mundial.
No por su ascendencia, dado que se trata de un país que a su vez se fraguó desde principios del XIX como resultado de migraciones masivas desde todos los continentes, en la mayoría de los casos forzadas por el hambre, la persecución o la esclavitud. Lo sorprendente fue que lo lograse vomitando un discurso político sin atisbo de conciencia histórica, con escasa definición ideológica y nula consistencia argumentativa pero salpicado de constantes imprecaciones antisociales de tintes machistas, racistas, clasistas y belicistas, que a menudo recuerda más a una especie de bulling planetario que a una manifestación de pensamiento más o menos adulto y formado.
Como habréis podido observar, en su composición los ecos de la leyenda, el mito nacional, la crítica social y la sátira política conviven con elementos de la épica fantástica, el lenguaje vanguardista del siglo XX, el tipismo costumbrista, una cucaracha y un gallo. (¿O era una gallina?)
(P. S.: como veis en esta última imagen, los visitantes de hace dos siglos no se equivocaron del todo sobre cómo sería la la alimentación del futuro.
El corto también nos será útil para el estudio de la variación lingüística en los ejes geográfico y sociocultural y para responder, en próximas entregas, a esa pregunta crucial para el desarrollo de la humanidad: ¿Dónde se habla mejor el castellano o español?)

Muchas gracias por la invitación a tu blog. Me parece interesantísima la analogía entre los tiempos antiguos y modernos. Seguro que lo uso con mis alumnos.
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